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Nuevo estudio confirma que las fake news tienen su origen en un núcleo concentrado

Las fake news nacen de un pequeño círculo. Esa es una de las conclusiones de una investigación publicada en la revista Science titulada «Fake news on Twitter during the 2016 U.S. presidential election«. Los autores, Nir Grinberg, Kenneth Joseph, Lisa Friedland, Briony Swire-Thompson y David Lazer, apuntaron a definir la influencia de la desinformación o fake news durante la campaña presidencial de 2016 que ganó finalmente Donald Trump. Las preguntas que se plantearon fueron: 1) ¿Cuántas noticias o crónicas tomadas de fuentes de fake news fueron vistas y compartidas por individuos en Twitter; 2) ¿Qué características tenían las personas vinculadas con esas fuentes?; 3) ¿Cómo interactuaron estos individuos con el ecosistema de noticias de corte político?. Los autores identificaron tres tipos de fuentes de fake news en sitios de Internet: a) los sitios «negros», que postean información deliberadamente falsa; b) los «rojos», que difunden noticias falsas en base a prácticas profesionales deficientes; y c) y «naranjas», donde la difusión de noticias falsas no es está tan clara que se debe a prácticas periodísticas deficitarias. Encontraron 174 fuentes «negras, 64 «rojas» y 65 «naranjas». Al cruzar con la exposición de usuarios en Twitter, resultó que la misma a las fake news era altamente concentrada: el 5% de los sitios concentraba el 50% de las vistas. El estudio se encontró que hay  «supersharers» (súperdistribuidores) y «superconsumers» (súperconsumidores) de fake news. En cuanto a «sharers«, el o,1% generaba casi el 80% de los contenidos que circulaban por Twitter.Y el 1% consumía el 80% de las fake news.

Asimimo, en cuanto a la pregunta 2, el estudio encontró que los individuos más expuestos a las fake news son personas muy interesadas en la política, de corte conservador, que suelen ser tuiteros recurrentes, con predominio de mujeres blancas de edad avanzada. También hubo más exposición en los denominados «swing states«, los estados del país que definen una elección ya que suelen votar a demócratas o republicanos según la elección. Al momento de considerar la distribución, el estudio no encontró mayor proporción de compartir fake news que noticias periodísticas sólidas.

Sí encontró que hay mayor presencia de votantes conservadores. En cuanto a la inmersión de las fake news en el escosistema periodístico, el estudio muestra que sólo el 1,18% del total de exposiciones a contenido informativo político fue de fake news. La abrumadora mayoría de exposiciones de contenido político se remiten a fuentes profesionales.

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Dos investigaciones muestran caída de credibilidad en medios

Dos recientes investigaciones plantearon nuevamente dudas sobre la credibilidad de los contenidos periodísticos hoy en día. El primer trabajo fue realizado por Ogilvy y es parte de la encuesta global 2018 (Global Media Influence Survey 2018). Furon encuestados 350 periodistas a nivel global que trabajan tanto en medios tradicionales como en redes sociales. El resultado muestra que desde 2016 hasta hoy la credibilidad en los medios cayó para los periodistas de un 72% a un 50%. Asimismo, el 68% de los periodistas encuestados considera que es responsabilidad tanto de los medios tradicionales como del mundo GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft) el evitar diversidad de acceso y de fuentes cosa de evitar el efecto cámara de eco (eco chamber). En cuanto a las nuevas tecnologías a ser incorporadas en la práctica periodística de aquí a cinco años, el 51% considera que será la Inteligencia Artificial (AI) frente al 38% que estima que será la realidad aumentada. Asimismo, una encuesta sobre el estado de la credibilidad y la tendenciosidad en los medios norteamericanos (Perceived Accuracy and Bias in News Media) realizada por Gallup y la Knight Foundation. Según este trabajo, el público norteamericano considera que el 44% de las noticias en medios tradicionales no es creíble; esta perspectiva se amplía al 64% en el caso de los contenidos en redes sociales. La percepción que las noticias son tendenciosas llega al 62% en el caso de aquellas que se ofrecen en medios tradicionales y al 80% en el caso de redes sociales. La desconfianza hacia las noticias es mayor en aquellos de tendencia conservadora antes que en los progresistas (liberals). Los jóvenes tienen una mirada más negativa hacia las noticias que las personas mayores. Con relación a la variable educación, a mayor nivel educativo, mayor confianza en las noticias de los medios tradicionales.

En cuanto a las organizaciones de medios, la pública PBS asoma como la menos tendenciosa y más creible. El canal de noticias Fox News es percibido como el más tendencioso de todos, mientras que el menos creíeble es el medio online Breitbart News, que fue el soporte de Steve Bannon durante la campaña y los primeros meses de gobierno de Donald Trump.

El cuadro general acerca de la credibilidad de las organizaciones periodísticas norteamericanas da e siguiente panorama.

«The Post»: el retrato de la tensión al interior de un diario

Este año la oferta cinematográfica comenzó con el estreno de una película que prometía causar sensación. Se trata de «The Post», de Steven Spielberg y los protagónicos  de dos excelentes y ya consagrados actores: Meryl Streep (la mítica Katharine «Kay» Graham) y Tom Hanks (el legendario director de la redacción Ben Bradlee). La trama se centra en las encrucijadas que debe enfrentar el Washington Post en torno a la publicación o no de los así llamados «Archivos del Pentágono», documentos secretos del gobierno norteamericano que constatan con crudeza la muy mala performance de las fuerzas armadas norteamericanas en la Guerra de Vietnam, algo que debe ser ocultado a a ciudadanía del país. The New York Times toma la posta en develar los mismos, por lo que el «Post» trata de ganar la iniciativa. El dilema central asoma cuando aparece la amenaza desde el campo político de actuar duramente contra el «Times» por violar secretos de Estado. La película es extraordinaria en la temática y debiera ser vista por alumnos de periodismo, periodistas, académicos y público en general por algunas razones que enumeraremos aquí. En particular en la Argentina. No se trata de la clásica película donde los héroes son los periodistas, sino que centra en la toma de decisiones en la cúpula de un medio gráfico informativo periodístico privado dentro de las lógicas del sistema de medios norteamericano pre Internet. Es una película históricamente «densa» – por el duro contraste en el flujo de contenidos entre el mundo analógico y el digital -, pero que remite siempre hacia el presente. La analogía Richard NixonDonald Trump está siempre latente. La relación medios-poder político está aquí presente. ¿Apoyar con quién simpatizo ideológicamente o incluso con quién se tiene una relación estrecha por sobre los intereses de la ciudadanía? El cruce de racionalidades asoma. Sin embargo, el nudo de la película está focalizado no en la relación entre el poder político y el periodismo («Todos los hombres del presidente»), ni en la ética de un funcionario judicial frente a una posible distorsión del checks and balances del sistema presidencialista norteamericano («El informante»). En «The Post» no hay trasnoches con pizzas sino grandes fiestas y recepciones en residencias de alta sociedad. El eje está puesto en la tensión entre las múltiples racionalidades que sufre un medio informativo privado gráfico. La tensión crucial aquí es entre la racionalidad económico-financiera y la técnico-periodística. Esta tensión ha sido bien marcada por Denis McQuail. Con una pequeña modificación propia, este cuadro permite visualizar este conflicto interno.

Cuando sucede la crisis de los «Archivos del Pentágono», el Washington Post está a punto de ser una pequeña empresa familiar para aspirar a ser una gran empresa de medios. Está ya por ser una empresa «pública», esto es, está por salir a cotizar en la bolsa parte de su paquete accionario. En esta salida a buscar dinero,  como empresa el Post presenta un plan para mejorar su calidad periodística y transformarlo en un medio de excelencia. Y allí se plantea el gran dilema. Frente a la acción duramente intimidatoria en el ámbito judicial por parte del gobierno norteamericano sobre el New York Times, ¿qué decisión tomar? Allí se enfrentan la racionalidad económica-financiera representada por Fritz Beebe y la técnico-periodistíca por Ben Bradlee. Por un lado, si el Post decide publicar los documentos  esto puede auyentar en masa a los inversores y el diario y los medios asociados corren serio riesgo de desaparecer; por el otro, si decide no publicarlos,  el Post se transformaría en un medio más cercano a la revista People (ejemplificado por el desvelo de la obtención de fotos del casamiento de la hija del presidente Nixon) que a un medio de influencia, que a un diario «serio»: el proyecto de un diario de influencia sucumbiría. La escena es fantástica en ese sentido. Es la directora del diario, Katharine Graham, que en una charla telefónica donde recibe en simultáneo las dos versiones  – la de Beebe y la de Bradlee – muy bien justificadas. Finalmente toma una decisión. En el contexto actual, donde el financiamiento de un medio informativo está al rojo vivo, bien vale el antecedente histórico que muestra la película. Aquí está el nudo central de la película. Como se ve bien en «The Post», y así lo plantea Fritz Beebe en un duro cruce con Ben Bradlee, el avance del gobierno desde lo financiero-empresario sobre el Washington Post no será por el diario sino por sus estaciones de televisión y de radio, que al ocupar frecuencias del espectro radioeléctrico de caracter público y administradas por el Estado, permite un flanco para un avance gubernamental par doblegar al grupo de medios. La relación con la Argentina y América Latina bien la vale. También es muy descriptiva la respuesta de Bradlee de ningunear la televisión, típica respuesta de un periodista «iluminista» de la gráfica. Así podemos ir bajando hacia las Pampas. La analogía con el Clarín de los 90s no es menor. La caracterización de Graham por Meryl Streep es muy similar a la presencia y estilo que adoptó Ernestina Herrera de Noble. El rediseño del diario encabezado por Roberto Guareschi sí como la fuerte inversión en calidad, que fue de asociarse al MIT Media Lab a contratar expertos locales e internacionales (Oscar Landi, Eliseo Verón, Teun van Dijk, entre otros) para mejorar el diario, se produjo en simultáneo con la construcción del grupo. Esta gran inversión llevó a que el diario Clarín dejara de ser un medio difícil de leer y destinado a lecores de deportes, las carreras de caballos y los chistes de contratapa, para pasar a ser un gran medio del mercado global de diarios en castellano. La gran diferencia entre el Clarín de los 90s y el Post, en los términos de la película es el colchón entre la directora general y la redacción: en Clarín está Héctor Magnetto y el staff corporativo, cosa que no asoma en el Post de modo análogo. En paralelo, por caso, en la película aparece con precisión  la cuestión del secreto de las fuentes periodísticas.Esto fue una obsesión de Saturnino Herrero Mitjans, luego director de asuntos corporativos del Grupo Clarín, que la llevó como bandera a la Convención Constituyente de Santa Fe de 1994. Con el apoyo de Guillermo Ignacio, director de Ecos Diarios de Necochea, y la acción en el campo de un joven Martín Etchevers, esto se introdujo en el artículo 43 de la reforma. Para cerrar la vinculación con la Argentina, resulta curioso que Bradlee se mueva en un pequeño Fiat 128, auto de baja presencia en Estados Unidos y de gran popularidad en la Argentina. Y una breve mención a Alexander Haig, secretario de Estado durante la Guerra de las Malvinas. La película muestra también la estrecha relación entre los medios, el periodismo, los políticos, los empresarios. Tal el caso de la amistad entre Katharine Graham y Robert McNamara, principal afectado por la divulgación de los documentos. Esta relación que por momentos es promiscua en términos de racionalidades sirvió para que el periodista estrella de la película, Ben Bagdikian, denunciar esto en su clásico libro «The Media Monopoly«, algo que ya estaba cementado en «The Power Elite» de C. Wright Mills. Otra figura que asoma brevemente es William Rehnquist, miembro conservador que fue por décadas miembro de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos; aquí en su calidad de adjunto del procurador general es el en cargado de «apretar» a Bradlee para que no publique los documentos. Las redacciones como las del Washington Post de la película ya no existen. Tampoco los tics y las culturas de los periodísticas – algunos rasgos de Bradlee los he visto en Elie Abel o Edward Mortimer, por citar algunos -. Finalmente, como espíritu de época, la película retrata muy bien un mundo de decisiones absolutamente masculino. En el desayuno de trabajo del comienzo con Bradlee en un club social, Graham es la única mujer. En las reuniones de directorio balbucea y al salir camina por detrás de «los hombres», en las reuniones sociales, se junta con las «mujeres de» en vez de estar con los «hombres del poder». Por todo esto, y quizás otros aspectos no considerados aquí, «The Post» es altamente recomendable para interiorizarse acerca de la historia de los medios de comunicación.

El periodismo vs. las finanzas en una escena clave en «The Post».

Crece la confianza en el periodismo y disminuye en las redes sociales

La consultora Edelman publicó los resultados de una encuesta de opinión global acerca de la confianza en las instituciones. Dentro de ellas se encuentran los medios. Asimismo, la Argentina fue uno de los países parte de la muestra. Como primer dato a resaltar de la investigación titulada «The Battle for Trust» a es que el país encabeza junto a México, España e Indonesia el lote de aquellas sociedades que les preocupa la utilización como un arma a las «fake news«.

Los medios e comunicación son la institución relevada con menor confianza a nivel global. La Argentina se encuentra entre los países con desconfianza alta. De los tres países relevados en América Latina – México y Brasil son los restantes -, es la sociedad que menor confianza tiene en los medios.

Un dato interesante que surge del trabajo es que los encuestados identifican como «medios» tanto a los soportes como a quienes generan los contenidos. En este sentido se destaca que los periodistas son quienes están más asociados al concepto de «medios», mientras que los motores de búsqueda son aquellos más alejados de éste.

Otro dato interesante es la caída en la confianza en las redes sociales y en los motores de búaqueda frente a la revalorización del periodismo.

Es Alemania el país que muestra la mayor brecha entre la confianza que se tiene al periodismo y aquella en las redes sociales. La Argentina está en el nivel medio global. México y Brasil están entre los países en los cuales la confianza se dade manera inversa: las redes dan mayores garantías que el periodismo.

De los países relevados, Estados Unidos es aquel donde más cayó la confianza en las redes sociales y los mores de búsqueda. No es desdeñable que el cambio se haya producido luego de la asunción de Donald Trump como presidente del país, su uso de Twitter y las disputas en torno al concepto de «fake news» ya mencionado. En la Argentina cayó más que en Brasil y México.

Finalmente, en comparación con otras instituciones relevadas en la Argentina, se observa una caída en la confianza en los medios con relación a años pasados. El pase del año 2015 al 2016 resultó en un desplome de confianza en los medios. El nivel de confianza en las empresas muestra curvas similares. Al mismo tiempo se observa un repunte en la confianza en el gobierno. Las ONGs mantienen un nivel de aprobación alto.

La Argentina es el país que muestra el mayor crecimiento en confianza en las instituciones a nivel global por parte de los sectores informados sobre lo público. El total de la sociedad tiene un nivel de confianza menor en las misms que la elite de la sociedad.

Otra investigación muestra la caída en influencia de los medios tradicionales norteamericanos

El impacto de los medios en la campaña electoral que llevó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos sigue generando investigaciones. En este caso, el Berkman Klein Center de la Universidad de Harvard publicó un trabajo denominado «Partisanship, Propaganda & Desinformation. Online Media and the 2016 Election» («Partidismo, propaganda y desinformación. Medios online y la elección del 2016»). El trabajo, de corte cuantitativo, muestra que el papel de los medios conservadores que apoyaron a Trump fue más importante que el previsto. Estos medios practicaron un periodismo «militante», a diferencia de los medios que apoyaron a Hillary Clinton,  aquellos «tradicionales» que practican un periodismo «profesional» fundado en un criterio de equilibrio y contraposición de perspectivas.

Los medios dieron más espacio a los temas propuestos por Trump que a los escándalos en los cuales estuvo involucrado. En particular, el tema de la inmigración dominó las redes.

Por el contrario, en el caso de Clinton, los medios registraron más los escándalos que los temas propios propuestos por la candidata. De esta manera, Trump se instaló en el centro de la escena.

Un dato muy interesante para el caso de la campaña en Estados Unidos, es que Twitter resultó más partidista que los medios tradicionales, pero que Facebook fue mucho más partidista que Twitter.

Breitbart News, el medio online dirigido por Steve Bannon resultó el gran influenciador de la derecha conservadora durante la campaña, arrastrando así a la discusión de temas que circularon por las redes.

Esta nueva investigación  muestra la menor influencia de los medios tradicionales en la configuración del espacio público del país, así como el cuestionamiento sobre el papel del periodismo»profesional» promovido por las escuelas de periodismo de Estados Unidos. La moraleja: crear un medio que apoye un proyecto político y fundado en un periodismo «militante», puede funcionar y ser útil en una campaña política.

El nuevo ecosistema de la comunicación política de Estados Unidos

No son los algoritmos de Facebook o Twitter, sino la existencia de un ecosistema paralelo de propaganda, en el sentido anglosajón del término. No hay fake news, sino una variante nueva de un dispositivo de comunicación con pretensiones manipulativas. Estas son las conclusiones generales de la investigación desarrollada por Yochai Benkler, Robert Faris, Hal Roberts y Ethan Zuckerman con relación a la circulación de contenidos periodísticos durante la campaña presidencial en Estados Unidos el año pasado. El trabajo, basado en contenidos en Facebook y Twitter, muestra que lo que asoma como novedoso es un sistema de comunicación que cohabita en paralelo con el sistema de medios «tradicional». Por lo tanto, no hay fake news (noticias falsas), sino directamente un sistema solar paralelo que difunde contenidos propagandísticos. El «sol» de sete nuevo ecosistema es Breitbart News, el portal de noticias de Stephen Bannon. El trabajo muestra que no hay grandes cambios en el modo de hacer política en Estados Unidos, ya que el patrón de comunicación política responde a los parámetros considerados por Richard Hofstadter en «The Paranoid Style in American Politics» (El estilo paranoico en la política norteamericana). Lo novedoso es que este nuevo sistema convive con el tradicional. Esto es algo que los medios y el periodismo deben tener en cuenta.

Sitios de noticias por orientación ideológica y por tamaño en Twitter

Ecosistemas de contenidos noticiosos en Estados Unidos a partir de Twitter

El periodismo en Estados Unidos: aturdido y confundido

Dazed and confused (Aturdido y confundido) es uno de los temas del álbum debut de Led Zeppelin que ilustra bien el estado de situación del periodismo en los Estados Unidos que es hoy un hormiguero pateado.  La elección de Donald Trump y la descripción de la comunicación política a partir de lo que denominó la Era de la Posverdad ha desbordado la discusión acerca de los fundamentos del periodismo norteamericano de posguerra, fundado en un criterio de prácticas profesionales que derivan en los modelos de watchdog (perro guardián) y gatekeeper (edición). El 31 de enero pasado se realizó una jornada de exposiciones en la Universidad de Harvard donde periodistas de diversos medios expusieron sobre el estado de situación de la profesión en el país. El evento contó con la organización del Shorenstein Center on Media, Politics, and Public Policy y la Nieman Foundation for Journalism. Las conclusiones muestran un escenario de fragmentación que ya estaba presente; el año 2016 lo que ha hecho es mostrarlo de modo crudo. El criterio de qué es un periodista profesional, el papel de la tecnología, la definición de ética periodística, la relación con las audiencias son algunos de los tópicos que hoy son más borrosos que un año atrás. Hay una sensación de desconcierto de cómo actuar profesionalmente frente a un estado de cosas no previsto por los manuales. Por la difusión global que ha tenido el modelo profesional norteamericano, el desconcierto hoy se proyecta a nivel mundial, incluso en la Argentina.

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Hoy, la película «Todos los hombres del presidente» generaría gran controversia tanto sobre el perfil del periodista así como sobre el papel del Washington Post

«Fake News/Noticias Truchas»: su probable desembarco en un año electoral

La victoria del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses arrastró como un dato sobresaliente la existencia de las llamadas «fake news» o noticias falsas. Supuestamente, la proliferación de estas «fake news» en las redes sociales por parte de los republicanos  – o de un sector duro de ellos – tenía como finalidad esparcir noticias que desprestigiaban a los candidatos demócratas, a figuras del ideario progresista («liberal«), o bien a los «blancos» del discurso de Trump (hispanos, musulmanes, etc.). El sitio de noticias que estuvo – y está en el tapete – es Breitbart News, el mascarón comunicativo del sector denominado «derecha alternativa» (Alternative Right o Alt Right). Mucho se ha escrito sobre el tema. Desde el momento que la proliferación de estas noticias falsas afectan las condiciones en que un ciudadano toma sus decisiones en el contexto de una sociedad democrática, se ha intentado subsanar el problema. Una de las vertientes es identificar a las así denominadas «fake news«. Así, un visión «optimista» asume que hay pasos para tratar de chequear si la noticia es creíble: que el medio sea reconocido por su calidad periodística, que figure el nombre del autor del artículo, si la calidad del dieño de la página online es sólida, si hay perspectivas contrapuestas en el artículo, por citar algunos recomendables. Otra vertiente «optimista», pero de caracter activo plantea minar de base la economía de los sitios de noticias falsas. Una estrategia para ello es hacer capturas de pantalla donde el banner del anunciante esté junto a la noticia falsa, preferentemente donde el margen de duda de incitación al odio sea mínimo; luego, enviarla imagen de la empresa o difundirla por redes sociales cosa que afecte el valor de marca de la misma. Esto supone un grado de activismo no menor en el cual difícilmente ingrese el ciudadano corriente. En Estados Unidos lo realiza el grupo activista Sleeping Giants. Las versiones «pesimistas» pasan por considerar que el supuesto iluminista de una sociedad democrática que permita la emancipación de sus ciudadanos a la Jürgen Habermas, es sólamente considerable en el plano normativo, pero que es extremadamente improbale de ser reconocible en una sociedad done los grupos se apretujan entre sí para imponer al juego mazos de cartas marcadas. Esta perspectiva plantea si hemos llegado al fin del periodismo «profesional», ya que el flujo de la comunicación está marcado inexorablemente por la adscripción partidaria, lo «militante», lo «partisan«. Estaríamos en el mundo de la posverdad, donde toda afirmación es cuestionable, donde no existe condiciones de diálogo ya que todo enunciado en definitiva puede no ser cuestionado. Es el mundo Humpty Dumpty – el huevo parlanchín sentado en su muro, donde lo que prima quien es el que da sentido a las palabras del Jabberwocky. Así, no hay enunciado que tenga autoridad a partir de cierto marco de normas producto de un nivel apreciable de consenso ni grupo legítimo que pueda sostener una argumentación: cualquier cosa es falsa y no lo es, ya que no hay patrones consensuados para contrastar lo afirmado. Todo «hecho» puede reclamar la postulación de su «hecho alternativo», casi como una partícula puede tener su antipartícula, poniendo bajo tensión los límites del pluralismo político.

En la Argentina comienza un año electoral. En vista de lo «exitoso» del experimento comunicacional implementado por Donald Trump, no sería extraño el desembarco masivo de sitios que traten de implementar algo semejante en las Pampas. El conflicto reciente en torno al Conicet permitió confirmar que las redes sociales no son paraísos idílicos comunicativos, sino que los grupos organizados están presentes tanto en las redes como en las calles (la asimetría en el uso de Twitter en la Argentina ya fue planteado oportunamente en un artículo de Mariano Ure y Martín Parselis). Por lo tanto, no es de extrañar a que en las discusiones políticas de este año que comienza asistamos a la proliferación de sitios, encuestas, «centros de estudios» y perfiles opacos de redes sociales cuyo objetivo será esparcir «noticias truchas» para descalificar adversarios y empastar el debate político, si es que logramos que este pueda al menos esbozarse.

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En la era de la posverdad quien importa es aquel quien fija las reglas

En Estados Unidos, el 2016 fue un antes y un después para los medios

Sobre el cierre del año 2016, de los artículos que destacamos que hagan un resumen del año es uno publicado en Wired. Con el título «2016: The Mainstream Media Melted Down As Fake News Festered» la nota resume lo sucedido en la campaña presidencial en Estados Unidos que mostró la pérdida de influencia de los medios tradicionales y el efecto pervertidor del sistema de las noticias falsas. Para Wired asistimos a un consumo de periodismo de carácter «tribal» fundado en una actitud «militante» (partisan). La decisión del presidente electo Donald Trump de utilizar a Twitter y Facebook para desprestigiar a los medios «institucionales» ha desplazado el escenario del periodismo y la comunicación política. Es de esperar que lo siga haciendo a partir del 20 de enero próximo cuando jure como presidente de Estados Unidos. Según Wired, el año 2016 supuso el desmatelamiento de los medios tradicionales de Estados Unidos. No es poca cosa.

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Para los militantes de Donald Trump, los medios mainstream o «corporativos» quieren controlar al pueblo norteamericano

La Universidad de Bournemouth aporta ideas para analizar el caso Trump

La Universidad de Bournemouth, de Inglaterra, reaccionó rápido frente al torbellino generado por la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. En diez días ofreció una página web donde profesores reconocidos a nivel global ofrecen un breve texto dobre el fenómeno. El trabajo titulado «US Election Analysis 2016. Media, Voters and the Campaign» abre muchas puertas para la reflexión, y es material para futuros papers de congresos, capítulos de libros y, por qué no, libros enteros. Un total de 83 perspectivas multidisciplinarias organizadas en ocho secciones: medios, campaña electoral, políticas públicas, diversidad y división en la sociedad estadounidense, perspectivas externas sobre el fenómeno, campaña electoral digital, cultura popular y populismo, y el futuro que podría devenir a partir del nuevo estado de cosas. Entre quienes publican se destacan, en diferentes campos, BrianMcNair, Jay Rosen, Stephen Reese, Pippa Norris y W. Lance Bennett, por sólo citar algunos.

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Tapa de un trabajo más que interesante