Nuevos vinos en viejos odres, dice un refrán popular que remite a una de las parábolas de Jesús en el Nuevo Testamento. En Londres se realizó una conferencia denominada Global Conference for Media Freedom, que contó con el apoyo y organización de los gobiernos de Gran Bretaña y Canadá. La agenda de la misma apuntó a consolidar dos objetivos concretos. El primero fue redactar una declaración sobre libertad de prensa y de protección de la actividad periodística denominada Compromiso global sobre libertad para los medios (Global pledge on media freedom) para que sea firmada por la mayor cantidad de gobiernos y personalidades políticas, económicas, sociales y culturales posibles al estilo de la Declaración de Chapultepec impulsada por la Organización de Estados Americanos (OEA) a partir de 1994. La Argentina fue uno de los países que firmó el documento Global pledge on media freedom. El segundo, fue el lanzamiento de un fondo de apoyo para prevenir e impedir ataques a los periodistas y a los medios (Global Media Defence Fund), así como generar una red de organizaciones que puedan salir en ayuda de los medios y periodistas en caso de ataques centralmente desde los gobiernos que descreen del accionar de medios autónomos del poder político e impedir así la impunidad sobre delitos cometidos contra medios y periodistas. ¿Cuál es el motivo de esta convocatoria hoy? Existe una oleada de políticos y gobiernos de corte no liberal o antiliberal que afecta a países europeos, como es el caso paradigmático de Viktor Orbán en Hungría, pero que podría extenderse a países centrales como Francia via el partido Rassemblement National de Marine Le Pen o la propia Italia de Matteo Salvini. A esto se suman el poco respeto o inexistencia de medios autónomos y críticos en países de gran relevancia en la esfera internacional como lo son China, Rusia, India y el Brasil de Jair Bolsonaro, quienes conforman junto a Sudáfrica el grupo BRICS. El precedente que inquieta hoy es el retroceso de la democracia liberal a escala global, fenómeno asociado al relegamiento de la concepción del periodismo como instrumento para ejercer accountability o monitoreo sobre las acciones que tienen impacto sobre lo público. Un horizonte considerado es la posibilidad de una reformulación del así llamado Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NWICO) desarrollado en el ámbito de la UNESCO a principios de los 1980s, también conocido como Informe MacBride. El mismo suponía un severo custionamiento al modelo liberal de medios privados propio del modelo norteamericano de prensa. Este documento motivó la salida de Estados Unidos de la UNESCO en 1984. Gran Bretaña acompañó la salida de su aliado. Luego de la Caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, la UNESCO inició esfuerzos para el retorno de Estados Unidos a la agencia dependiente de Naciones Unidas, tarea desarrollada por el secretario general del organismo, Federico Mayor Zaragoza. El objetivo fue logrado en el año 2003 – Estados Unidos volvió a salir del organismo a partir de 2019 ya que considera a la agencia como antiisraelí -. El cambió de dirección en la UNESCO se percibió de un modo claro a partir de la Declaración de Windhoek de 1991 y de la instauración del 3 de mayo como Día Mundial de la Libertad de Prensa. El escenario de riesgo que se ve hoy en día, ya en un mundo GAFAM, es una reformulación del Informe MacBride a partir de una coalición de regímenes antiliberales cuya finalidad sea sofocar miradas no condescendientes con el poder político. Es de destacar que en este caso el propio Estados Unidos no sea parte de la iniciativa, ya que la administración de Donald Trump no tiene entre sus lineamientos el respeto por un periodismo crítico. En este sentido, hubo chispazos por parte de los canadienses, ya que medios y periodistas del país promovieron a último momento un boicot de la actividad debido que el gobierno canadiense no autorizó la presencia de dos periodistas de medios conservadores. En todos lados se cuecen habas.

Un panel bajo el lema Defender la libertad de medios (Defend Media Freedom)
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¿Cuál es el beneficio concreto del periodismo de investigación para la sociedad? Las investigaciones periodísticas que denuncian casos de corrupción y mal desempeño de funcionarios públicos, ¿tienen un impacto económico cuantificable en favor de la sociedad civil? Estos son los objetivos que persigue James T. Hamilton en su último libro Democracy’s Detectives: The Economics of Investigative Journalists. Hamilton, profesor de comunicación en la Universidad de Stanford, tiene formación de economista. De allí su afán para tratar de cuantificar los resultados de las investigaciones periodísticas para que el rol de accountability del periodismo ejercido como watchdog pueda ser mensurable. En tiempos de dificultad para financiar costosos equipos periodísticos de investigación, el autor pretende responder la pregunta en los mismos términos monetarios. Un adelanto del libro a publicarse en el próximo mes de octubre destaca el caso de las investigaciones realizadas por el Washington Post a lo largo de 1998 acerca de la práctica del «gatillo fácil» por parte de la policía de la capital norteamericana. La serie de artículos mereció el Premio Pulitzer para el equipo de investigación en el año 1999. Según los cálculos de Hamilton, por cada dólar invertido a lo largo del año por el Post en sus investigaciones el beneficio para sociedad fue de 140. La interacción entre periodismo, investigación judicial y organismos estatales de contralor es algo aún que se mantiene en términos opacos, borrosos. El camino que emprende Hamilton es arduo, pero el que más sustento tenga para que los medios sigan apostando por promover investigaciones periodísticas.
La tapa tentativa del libro de James T. Hamilton a publicarse en octubre próximo
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En un mundo donde la información pasa por soportes online, base de datos, y buscadores como herramientas indispensables para el periodismo investigativo, un nuevo horizonte se asoma. El poder de los algoritmos es cada vez mayor, como queda de manifiesto en el paper de Nicholas Diakopoulos, de la Universidad de Maryland, Algorithmic Accountability: Journalistic Investigation of Computational Power Structure. Aquello que debería encarar el periodismo es también poner el acento en las fuentes y en los procesos de selección de datos, ya que estos no son precisamente transparentes. Si una de las vertientes del periodismo es hacer watchdog sobre las instituciones para de esa manera fortalecer el proceso de accountability o rendición de cuentas de los funcionarios hacia los ciudadanos, ¿en qué medida el periodismo no debe hacer también monitoreo o watchdog (usamos estos términos ahora indistintamente) sobre los procesos de búsqueda de datos, en particular, sobre los algoritmos para saber si una información publicada es correcta o no lo es? Esto supone un nuevo tipo de periodismo dentro del monitoreo, el periodismo de datos que pone el foco en el input y no sólamente en el output y el diseño de la presentación de datos. Es una versión «ingenieril» del periodismo. Implica nuevas formaciones, nuevas aproximaciones éticas, y nueva concepción acerca de «lo público» y «lo político».
El periodista, ¿debe girar hacia atrás y chequear los procesos dónde busca información?
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